jueves, 6 de noviembre de 2014

[It's-C] Cassie Skylar y el misterio de Corastyc.

¡La continuación de la entrada anterior!

Ojala pudiera sacarlos de aquí. (Parte 2)

Ya en el primer piso, Cassie se dio cuenta de que la habitación de Caroline tenía la luz encendida (entonces ya había vuelto). Dio pasos delicados hacia la puerta intentando que ella no la escuchara. Vio su brazo enrojecido y dijo en tono alto:

-¡Caroline!- Dio unos pasos atrás y escucho la reacción de su compañera. -Le habrá picado un mosquito…- Pensó ella intrigada.

Caroline se colocó su camisón y corrió a la puerta: Ahí Cassie se acerco donde estaba ella y miro unos instantes sus brazos. Acomodó su cabello y sonrió.


-¿Encontraste cuadernos en el mercado?- Dijo amablemente Cassie fingiendo una sonrisa.
-Sí, aquí esta.- Caroline fue por una bolsa y saco el cuaderno, caminó casi saltando hacia la puerta y se lo entregó a Cassie. Ésta le recibió el cuaderno alegremente, y solo dijo gracias. Se dio la vuelta y caminó hacia su habitación haciendo una mueca.

Lottie pasaba por el pasillo luego de haberse lavado la herida en el baño; vió a Caroline y corrió a abrazarla. Ambas entraron a la habitación y se arreglaron para ir a dormir.

Cassie ya recostada en su cama se cubrió con las sabanas. Recordó el brazo enrojecido de Caroline: y en unos instantes, se quedo dormida dejando caer su cuaderno al suelo; a la vista de cualquiera que entre en su habitación.

Los pequeños traviesos de Phill y Dylan corrieron a su armario. Tomaron la primera chaqueta que vieron y se abrigaron debido al frío que haría afuera. Bajaron las escaleras cuidadosamente; hasta que en el penúltimo escalón, el pantalón de Phill se engancho a una gran astilla de madera, y Dylan al no darse cuenta de que su hermano estaba con tal dificultad, prosiguió por las escaleras hasta empujar a Phill. Éste se agarró de su hermano y ambos cayeron al suelo formando un gran ruido. Pero, por suerte nadie escuchó.

-¡No!- Exclamó Phill al ver su pantalón rasgado. Dylan reaccionó rápidamente tapándole la boca con su mano derecha, haciendo un gesto con su mano izquierda de silencio. Su hermano se puso rojo como un tomate, porque podría descubrirlos Cassie y Caroline. O aún peor; Lottie, que de seguro pediría acompañarles a cambio de no decir nada.

Abrieron la puerta con delicadeza. El viento la azotó hacia el muro bruscamente. Dylan y Phill, ya bastante frustrados, se preguntaban porqué las demás no despertaban. Simplemente no podían tener más mala suerte a la hora de escabullirse: con tanto ruido de por medio. Salieron de casa y prosiguieron su camino hacia las afueras de la ciudad.


Desde que Caroline le ha contado de sus sueños a Cassie, ella mira el mundo de otra forma. Si en los sueños se puede ser feliz, en la realidad hay que colocar un poco de esfuerzo para serlo también, -cosa que le cuesta mucho porque para ella la realidad es una pesadilla. Nunca cambiaba de parecer, pero siempre se formaba un brillo en sus ojos al decirlo.

Mientras en la pensión dormían todos, Lottie se despertó percatándose de que su brazo brillaba en la oscuridad: cosa que luego no la dejaba dormir por la luminosidad que extrañamente llegaba a sus párpados en cada intento de cerrar sus ojos, como si esa luz recorriera todo su cuerpo como un pequeño sol.

Cuando Cassie dormía, siempre en sus sueños había una pared gris que representaba lo infeliz que era. Ella se perdía en cada marca que ésta tenía, descifrando el comienzo y el final de cada una para ver lo que formaba. Como una vez, en la pequeña casa de su abuela Rochter, madre de su padre, la puerta principal tenía marcas extrañas. Llevaban miles de años como si fueran parte de la decoración de ésta. Pero no, esas marcas quedaron gracias a la madera con la que se fabricó. Aquella venía directamente del bosque de las Hastyc que tenían una empezada mágica pues no solo por casualidad apareció un pequeño duendecillo que podía volar. Pero sus alas tenían unas marcas extrañas: a estos se les denomina Jastyc. Este volaba alrededor de aquel bosque dejando un aire de pequeños trozos celestes que parecían arena, pero muy fina. Casi parecía polvo y ésta se incrustó en cada marca de los árboles alrededor. Este duendecillo se detuvo frente a un árbol anciano, debido a la curiosidad que le daban las marcas que tenía. Él tocó una de sus hojas y se desvaneció ya que el polvo le dio una fortaleza de vitalidad a sus hojas de tela azul pegajosa. Cualquier Jastyc o Hastyc que tocara aquel árbol, se desvanecería y su alma quedaría en una de sus hojas dejándola de color Calipso con un sello en forma de las alas de aquel ser volador. ¿Por qué? Pues la naturaleza en los alrededores de Cannows puede mutar de una manera sorprendente y perjudicial para cualquiera que viva cerca de él: sea un ser mítico o un humano.

Justo en una tarde calurosa, Cassie se le ocurrió salir a jugar con una pelota que le había regalado la abuela: hasta que esta chocó contra su puerta y desapareció al rebotar en el picaporte. Pero la anciana alcanzo a escuchar el golpe, y al abrir la puerta, ahí estaba Cassie buscando su pelota, por lo cual se le vino a la mente invitarla a pasar. Tal vez por unas galletitas, o la breve explicación del porqué se encontraba en su entrada.

Cassie, ya adentro esperaba su vaso de leche y unos bocadillos de dulce. Miraba intrigada las marcas de la puerta principal -ladeando la cabeza hasta detenerse en un punto fijo- un pequeño brillo celeste que se expandía hacia las demás marcas lentamente, dejando la forma de unas alas: las alas de una Hastyc. Cassie abrió los ojos de una manera exagerada. Sorprendida se colocó de pie rápidamente para caminar, quedándose frente a la puerta que soltaba cada vez más brillo. Un brillo tan hermoso, que al esbozar Cassie una sonrisa, se deshizo y formó un diamante en el cual se reflejaron sus ojos dejándolos de un color Calipso intenso, hasta que se volvió un pedazo octaédrico de vidrio. Ese diamante era el alma de aquel Jastyc, una de las criaturas casi extinguidas en la ciudad de Cannows que habitaban en la punta de los árboles más altos de la ciudad, que nadie sabía de su existencia: excepto, algunas personas.

Desde ese día, hubo otra razón para que Cassie ya no mirara las cosas como antes, lo cual según ella todos deberían hacer, de lo contrario, la vida la veríamos siempre descolorida. Pero si miras más allá, siempre habrá una luz que te llamará la atención, llevándote a una nueva vida: algo llamado felicidad, pero que incluso es mucho más grande que ésta. Solo algunos llegan a ese lugar.


Cassie se movía entre sus sabanas como si algo la estuviera asfixiando. -Cassie Skylar es hora de que dejes este mundo- Se escuchó en su mente con una voz fría y escalofriante. -¡Déjenla es solo una niña!-. Finalizó su pesadilla y la asfixia cesó, su corazón latía tan rápido que sentía que se le iba a salir y empezaba a tener escalofríos debido a que nunca había tenido una pesadilla tan horrible. Suspiró pesadamente y se alegró de que solo fuera una pesadilla almacenada en su imaginación. Acomodó su cabeza nuevamente en la almohada y se volvió a quedar dormida.

En la mente de Cassie hay miles de sueños, todos llenos de color y algo infaltable en cada uno: diversión, y vida. Pero aunque todo fuese tan imperfecto, ella lo veía perfectamente maravilloso, pues sus ojos convertían todo lo malo de un sueño en algo hermoso e inigualable (cosa que le gustaría hacer en la vida real pero lamentablemente es una pesadilla que ella no puede controlar). Lastimosamente cuando tiene pesadillas, -como la de recién al dormir- tampoco las puede cambiar, pero ha ido tomándolas como algo bueno con el pasar del tiempo.

Caroline dormía abrazada de un conejo de peluche que le había regalado Dylan para su cumpleaños.
En sus sueños solo se encontraba su mamá. De cabellos dorados con un contraste castaño en algunos mechones de cabello, y siempre llevaba un broche de mariposa violeta. Sus ojos eran café, con un borde en las pupilas de color miel, el cual los hacía hermosos. Caroline tiene el mismo color de ojos, pero su cabello es castaño oscuro.

Algunos dirían que soñar lo mismo cada noche es agotador y aburrido. Para Caroline era lo único que le hacía feliz debido a que piensa igual que Cassie; la realidad es una pesadilla.

La mamá de Caroline murió en mil novecientos noventa, por una razón que aún se desconoce. Phill y Dylan fueron adoptados por el padre de ella; quién fue a la guerra y no volvió más, aunque Cassie sabe que él estaba viviendo a unas calles de la pensión, pero ha guardado el secreto debido a que al pasar tantos años, él, había olvidado que tenía una esposa e hijos (por un problema psicológico después de la muerte de su esposa) creyendo que ellos también habían muerto. Entonces, formó una nueva familia, y por una extraña coincidencia sus nuevos hijos se llaman igual que ellos, y su esposa tiene un parecido a la mamá de Caroline.

Si los pequeños, en especial Caroline, se llegaran a enterar, Cassie sabe perfectamente lo que pasaría. Pues una de sus pesadillas se trata de eso: y no termina para nada bien. Aunque Phill y Dylan aún esperan encontrar a sus padres biológicos, el pequeño Phill al verlos quiere pedirles que adopten a Caroline. Eso será una sorpresa para ella si llega a suceder. Se podría decir que ese es uno de los más grandes secretos de Cassie. La verdad, hay secretos que ni ella aún conoce. Pero, están tan cerca de ella que es algo torpe de su parte que no se dé cuenta.

Ya en las afueras de la ciudad Phill y Dylan miraron temerosos alrededor. Bosques repletos de árboles gigantes, que quién sabe hasta dónde llegaban: puesto que la niebla en las alturas tapaban gran parte de estos. Las calles parecían cenizas de carbón y las casas tenían rasgos de quemaduras en varias partes.

-Aquí hubo un incendio, es horrible.- Murmuró Dylan desviando la mirada hacia los árboles. -¡Mira allí!- Le exclamó a su hermano apuntando hacia los mosquitos que hace horas atrás irrumpieron en su ventanal. Phill corrió hacia ellos, y subió el árbol que estaba junto a ellos. Se sentó en una de las ramas y los mosquitos empezaron a brillar nuevamente. Se acercaban poco a poco al pequeño, y la piel de Dylan se tornó más pálida de lo normal debido a que tenía un mal presentimiento.

-¡Cassie le ha hecho esa herida a Lottie!, estos mosquitos son inofensivos.- Exclamó en un tono bastante grave; y al terminar la frase solo quería bajarse del árbol. –Me equivoqué…- murmuró para sí mismo. Los mosquitos empezaron a entrar a su piel. El pequeño lloraba y Dylan no sabía cómo trepar árboles.

-¡Phill, salta!- Le gritó desesperado mirando alrededor para pedirle ayuda a alguien. Pero no había nadie. -¡¡Salta de una vez!!- Gritó nuevamente con un tono más alto y preocupante. Phill saltó y cayó sobre unos arbustos, por suerte, con más hojas que ramas. Así, felizmente no se lastimó. Los mosquitos se asustaron alejándose, devolviéndose al bosque.

-Eso ha sido lo más horrible que he podido presenciar y encima tú lo viviste. No le contaremos a Cassie que hemos venido. Nos alejaremos de ellos: y eso haremos desde ahora.- Dijo decididamente Dylan temblando, puesto que estaba muerto de miedo y no lo quiso admitir.

–Bueno, pero a la próxima que vayamos a arriesgar nuestras vidas, procura traer tu oso de felpa.- Dijo entre risas Phill al notar como su hermano temblaba. Dylan lo empujo sin ganas y apareció un Anciano tras de ellos.

-¿Qué hacen ustedes aquí?- Preguntó aquel señor misterioso a los niños. Tenía cabellos grises y llevaba un sombrero con chaqueta del mismo color. Los pequeños quedaron perplejos mirándole y no respondieron. Cinco segundos después salieron corriendo lo más rápido posible hacia casa.

-Genial nos ha pillado un abuelo, suerte que no sabe donde vivimos.- Pensaba Phill intentando olvidar ese momento tan extraño.

Al llegar a su habitación se recostaron rendidos y exhaustos de tanto correr. Sin darse cuenta se quedaron dormidos al instante con ropa de calle.

Ese anciano era Deinn. Volverá, y es seguro.

Traviesos son los niños y hasta mentiras son capaces de decir. Pero, cada una de ellas se desmentirá con cualquier descuido que siempre surgen tras estas complejas aventuras de juego.

-Siguiente: ¿Dónde está Myna?-

Comentarios de Mynami: ¡Y listo! :3 se acaba la primera parte de la historia, recuerden pueden dejar sus comentarios bajo esta misma entrada y si gustan, pueden compartirla con los demás en las redes sociales disponibles al termino de la entrada. 

Los días  que publicaré en el blog varía bastante, como mínimo una o dos veces a la semana. 

Preguntas, dudas, etc las responderé en ask.com, pueden ingresar desde la barra lateral derecha del blog en "Hazme una pregunta".

Espero y les haya gustado, ¡nos vemos! 

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Cassie Skylar y el misterio de Corastyc.

De color Calipso, son mis sueños, gracias a la estrella de la esperanza. Mis ojos pueden ver todo con suma normalidad. Pero, lo que nunca fue mostrado, ha de mostrarse en el canto de una Skylar. Aunque suene imposible, se hace posible solo con creer. Y, si yo lo creo, este mundo es real. Vivía entre mis frases sin sentido, pero los sueños, el sentido les encontró. He aquí mi aventura que jamás habría podido soñar sin mí falta de realidad. Pero si en un sueño está, una Skylar como yo, lo vuelve real. ¡Pero ten cuidado al dudar de mis poderes! que mi rostro se ve inocente. Pero, los ojos esconden una furia que se desata con facilidad.

Antes de leer mi historia, di que no dudas que esto es real, puesto que si luego lo sueñas y lo mezclas con la realidad, una sorpresa en tu corazón aparecerá. Y, claro que no te ocurrirá nada, es solo una sorpresita de creer más allá de las cosas y no quedarse con una sola respuesta. Si alguna vez soñaste, intenta recordar cada detalle. Pues solo recordaras cierta parte; que si la juntas con tus otros sueños, puede ser algo interesante.

Ojala pudiera sacarlos de aquí. (Parte 1)

Todo empieza en la antigua y abandonada Pensión Wright, donde vive una niña que no es del todo normal, puesto que para ella la realidad es una pesadilla, y un sueño la vida. Algo no muy difícil de comprender para algunos. Pero la mayoría le diría loca. Aunque, para ella es ser alguien inteligente y normal. Pues, de una forma u otra cada uno puede ser inteligente a su manera, dependiendo de su imaginación. Eso le dice siempre a los niños pobres que viven con ella: que algún día los llevara a un sueño del que nunca más podrán salir. Pero ganarán aventuras que nadie en esta pesadilla ha de vivir.

Una tarde, en que el sol brillaba como nunca, los niños se extrañaron por tanto brillo; ya que normalmente en la tarde éste ya estaba oculto.

Así que, se quedaron apoyados con las miradas atontadas en el gran ventanal, esperando a que se fuera el sol, mientras, en su habitación- con las paredes desgastadas de un color césped oscuro-, se encontraba Cassie escribiendo en un cuaderno sentada en el sofá azul como todas las tardes cuando el sol ya está escondido. Pues los rayos de éste sobrepasaban toda su habitación y no la dejan escribir a gusto. Siempre escribe lo que piensa, lo que debería estar viviendo en estos momentos. Acontecimientos que solo vive en sus sueños; y en la realidad es absolutamente lo contrario, aunque trate de cambiarlo.

Ella suspira y cierra su cuaderno.

-Tengo hambre- dijo, colocando ambas manos contra su estomago haciendo una mueca. Se levantó y dejó su cuaderno sobre el sofá; miró alrededor y volvió a suspirar. Su mente la distrajo con un recuerdo mientras miraba el suelo de madera desgastada.

Desde la primera tarde de primavera del año mil novecientos noventa y tres, cuando despertó de golpe tras una larga siesta en un parque que le mostraba como sería su vida después de ver a una nube totalmente negra bajo la torre Diligh. Una torre no muy conocida en la ciudad Cannows, puesto que el paisaje es algo escalofriante. Pero el sueño parecía imposible, no para ella, sino para su hermana mayor que se quedaría en la pesadilla y no podría vivir en el hermoso sueño. Ella siempre la acompañaba al parque. Ambas tiraban piedras al lago y la que llegara más lejos escaparía de la realidad. Myna ganó ese día y Cassie se alegro mucho por ella. Ambas sufrían debido a que perdieron a sus padres. Nunca supieron que fue de ellos. Solo saben que están muertos: pero las razones, y el porqué no existían. Ellas se inventaban un final a ese desastre, cada vez que les preguntaban, pero, cada palabra las quebraba por dentro como si fueran de cristal.


La ciudad Cannows está rodeada de gente con malas intenciones; cada una con historias diferentes, pero tienen algo en común, lo cual es bastante desagradable. Todos cometieron homicidio e hicieron cosas que no tienen perdón: pero, ¿se arrepienten? La respuesta más resumida y completa es: no.

Cannows se halla en la primera región del país Endleid. Fue llamada Cannows por el difunto alcalde Diligh Cannows que murió en la torre, actualmente llamada como él. Por eso se le dio ese peculiar nombre para que todos recordasen que ahí murió. Pero al encontrar su cuerpo, éste desapareció en cenizas, dejando a la ciudad perpleja. Desde ese día empezaron los homicidios diarios. El miedo abundaba, pero Cassie y su hermana estaban tranquilas.

Cassie cierra sus ojos y los abre en dirección a su cuaderno. Escucha a Caroline bajar por las escaleras y lo esconde debajo de un almohadón.

Hecha de carne y hueso como todos los demás, Cassie nunca fue igual a todos, debido a su mente que estaba formada de sueños tan increíbles, que ni un millón de humanos soñando el mismo sueño, podrían hacerlo tan increíble como los hacía ella. Su hermana mayor era todo lo contrario, su único sueño era escapar de la ciudad con su hermana menor. Lamentablemente eso no sucedió.

-¡Caroline!- Gritó Cassie mirando la puerta mientras ordenaba su habitación.

Sabanas, frazadas, almohadas por todas partes: los hermanos de Caroline dejan así su habitación todos los días. Ella les llama monstruos del desorden, por diversión claro. Pero si esa fuera tú habitación, desearías no vivir en aquel lugar. Tenían miles de muebles viejos, ya que habían cerrado la pensión hace unas semanas de unos vecinos ancianos que administraban el lugar que decidieron regalarles estos. Qué suerte dirían muchos, pero aquel lugar estaba devastado: pero como no tenían a donde ir, decidieron aceptarlo.

Caroline entró a la habitación de Cassie y soltó una pequeña carcajada al ver que ella corría de un lado a otro intentando dejar la habitación lo más ordenada posible.

-Cassie, iré al mercado. ¿Necesitas algo en especial?- preguntó Caroline, cruzándose de brazos y apoyándose en el contorno de la puerta, mientras pensaba que hacer de comer hoy.

-¡Sí!- Exclamo Cassie, antes de que Caroline se diera la vuelta para irse al mercado.

–Necesito otro cuaderno, digo… necesito uno.- Dijo tartamudeando al final, nadie sabía de su cuaderno y así quería ella que fuera. Su estomago empezó a doler. Miró a Caroline con una reacción de dolor en su rostro.

-¿Qué harás de comer hoy?, me muero de hambre.- Afirmó casi suspirando. Tomó asiento en su cama y acarició su abdomen intentando calmar el dolor.

-Pues, pensaba en hacer una ave asada acompañada de vegetales, ya que nos saltamos el desayuno; Lottie igual anda con dolor de estomago.- Dijo al notar como Cassie acariciaba también su estómago. -¡No tardaré!- Casi gritó al mismo tiempo que salió corriendo hacia la puerta con su bolso.

Caroline se encargaba de varias cosas en el hogar junto a Cassie. Ir de compras, bañar a sus hermanos y ayudar en el jardín. Ambas plantaron varios vegetales por lo cual no era necesario ir siempre a comprarlos al mercado (además de frutas), pero la que más abundaba en su pequeño huerto eran las semillas de sandía; la fruta favorita de todos ellos. Al irse Cassie cerró las ventanas de su habitación; al igual que las cortinas. Salió de ahí y subió un escalón.

-¡Cierra las cortinas Lottie!- Gritó mirando hacia el final de las escaleras donde se encontraban ella y sus dos hermanos. Lottie no logró escucharla. Cassie se apresuró para
cerrar todas las ventanas y cortinas. Aunque se olvidó de cerrar las del último piso (que creyó cerraría Lottie), donde los pequeños estaban apoyados mirando -a través del gran ventanal -el horizonte.

Caroline aún en el mercado no encontraba ni una sola tienda donde vendieran cuadernos. Pasaron las horas hasta que por fin encontró una librería. Un anciano atendía el lugar y al entrar Caroline, miro alrededor con un gesto de molestia debido al polvo en cada estante. Ella es alérgica a tal suciedad. Su nariz se enrojeció y se asustó al ver unos cuantos ratones escabullirse de un lado a otro. Uno de esos pequeños roedores mordía su calcetín. Caroline gritó espantada, corrió hacia la caja registradora, y dio varios saltos intentando espantarlos: pero no funcionaba.

-¡Ratones!- Exclamó desesperada buscando algo para alejarlos. Tomó un libro, pero alguien se lo arrebato enseguida. El anciano molesto con una escoba espantó a los ratones rápidamente.

-Jamás mates a uno de esos ratones con mis libros, serán antiguos pero bastante delicados y especiales. ¿Compraras algo, pequeña?- Le preguntó curioso a Caroline mirándola de reojo. Ella estaba despeinada y su nariz parecía una fresa.

-¿No dirás nada? Ándate, si no vas a comprar. Vete de una vez, es tarde y debo cerrar.- Afirmó molesto ordenando unos cuantos libros que habían revuelto los pequeños roedores invasores.

-Solo necesito un cuaderno, señor. ¿Tiene alguno?- Respondió bastante asustada y casi sin voz. Su alergia empezó a hacerle estornudar. Miró la placa en la camisa de aquel anciano y agregó. -¿Deinn?- Pronunció mal casi diciendo “Dainny”.

-¡Deinn!-pequeña Caroline-, ¡ese es mi nombre!.- Le replicó entre risas y fue por un cuaderno rápidamente hacia la bodega de su pequeña librería.

-Yo no le he dicho mi nombre: es que, ¿acaso este señor tan raro, me conoce?- Pensó intrigada hacia su contestación. Su rostro no le parecía conocido. Además, era bastante alto y su traje parecía de funerario.

Al salir del local no dejaba de estornudar. Con el cuaderno de Cassie en mano, miro su reloj y ya era tarde. Nuevamente no comerían nada.

En la pensión abandonada empezaban a aparecer los mosquitos en el para rayos.

-Pero qué frío hace.- Dijo Cassie, con una voz baja alrededor del pasillo mientras recorrían su cuerpo unos pequeños escalofríos. Fue hacia la habitación de los pequeños y arregló sus camas para que se fueran a dormir.

Siete de la tarde en Cannows: hora de dormir. ¿Porqué tan temprano? La verdad, es necesario debido a unos mosquitos que empezaron aparecer en las afueras de la ciudad. Este lugar se caracteriza por ser algo bastante aterrador; pero solo Cassie y Caroline en el edificio sabían que ellos existían, puesto, que decirles a los pequeños sería un grave error, debido que se espantaban con facilidad y no querían que sufrieran como ellas lo hicieron en su infancia.

Mientras los pequeños seguían en ese gran ventanal.

-Lottie, mira eso.- Apunto Phill con su dedo índice a los mosquitos que volaban cerca de ellos; aunque no entraban a casa se veían muy brillantes, cosa que les ayudaba a distraer a su víctima.

Mientras Caroline regresaba del mercado bastante cansada de tanto caminar, no dejaba de pensar en aquel anciano llamado Deinn. Parecía amable, pero ella cree que esconde algo; como todos en la ciudad. Levantó la mirada hacia el ventanal del último piso y notó que sus hermanos estaban mirando los mosquitos. Su rostro se tornó preocupante y angustiada. Corrió hacia la entrada de la pensión. A Cassie se le ocurrió subir hacia aquel piso: pues buscaba su brazalete de moras secas que Lottie le hizo la semana pasada y que le encantó. Apenas llegó al último escalón quedó en shock al ver como un mosquito se posaba en la piel de Lottie.

–Hace cosquillas.- Musitó la pequeña mientras soltaba unas pequeñas carcajadas. Pero esa risa se fue al instante cuando el mosquito empezaba entrar a su piel.

– ¡Lottie, mátalo!- Exclamo Cassie reaccionando rápidamente. Corrió hacia ella y tomó con sus dedos al mosquito antes de que este entrara por completo a su brazo: lo tiró por la ventana y empujo a los niños hacia atrás cerrándola rápidamente junto con las cortinas.

–¡Me duele, me duele!- Se quejó Lottie mirando la sangre que salía de su delicada piel; la cual se enrojeció y fue tomando un color morado. Phill y Dylan no se movieron ni un poco, pues no sabían porqué le sangraba el brazo a Lottie, menos el porqué Cassie reaccionó así con los mosquitos. Ellos creían que los mosquitos eran buenos y ella le había hecho esa herida a Lottie, quién sabe, tal vez por accidente.

Caroline no lograba abrir la puerta. Los mosquitos estaban cerca de ella. Estaba desesperada y a punto de llorar: hasta que bruscamente se abre la puerta. Ella cayó al suelo lastimándose el brazo, aunque por suerte a los mosquitos les daba miedo entrar debido a que estaba totalmente oscuro - no suelen estar en interiores, puesto que les produce claustrofobia. Y al no beber sangre, estando en esas circunstancias, se vuelven locos y mueren.

Justo en el brazo que se lastimó Caroline en aquel instante, uno de esos mosquitos hacia tiempo había entrado a su piel dejando una pequeña cicatriz. Esta se abrió gracias al brusco golpe: pero ella no le tomo importancia.

-Esos mosquitos hacen daño.- Dijo seriamente Cassie mirando los rostros confundidos de Phill y Dylan, ya que Lottie se había ido a lavar el brazo, de lo contrario la picadura seguiría infectándose. Lo que Cassie no sabía era que esa picadura podría ser fatal y en estos momentos con la cicatriz de Caroline de nuevo abierta, ambas podrían estar corriendo peligro.

–Duele, duele…- Decía adolorida Lottie al frotar la picadura con su mano intentando aguantar el ardor que le causaba el jabón. Pero este solo empeoraba la herida; aunque el dolor se desvaneció luego de secar su brazo con la toalla. Lágrimas cayeron sobre sus mejillas: y al solo tener ocho años de edad, ya tenía un temor, él cuál eran los mosquitos.

Phill al escuchar a Cassie asintió con la cabeza y miro a Dylan –Eran bonitos de todas formas esos mosquitos.- Dijo un tanto divertido intentando mejorar el ambiente. Ambos pequeños, en especial Dylan era bastante desobediente además de aventurero, Phill ama los deportes y su especialidad es subir a los árboles más altos. En cambio Dylan, es todo lo contrario. Es un niño perezoso -que con suerte- sale a correr por las mañanas una media hora. Con Caroline tienen siete años de diferencia; ella tiene quince y ellos ocho años. Aunque, la verdad, pareciera que fueran mayores a la hora de fraguar planes de escape -tan solo para salir a jugar-.

-¡Sí!- Exclamó Dylan finalmente entre risas colocándose de pie. Miró a Cassie con una gran sonrisa en su rostro.

-Tendremos más cuidado, no te preocupes.- Aseguró el pequeño mirando a Phill: Bostezó y refregó un poco sus ojos. –Vamos a dormir, es muy tarde.- Bajó la voz casi en un susurro.

Cassie se dirigió hacia las escaleras y se detuvo en el primer escalón para mirarlos.

-Dulces sueños.- Les sonrió de lado, y siguió bajando los escalones tratando de no hacer mucho ruido, porque los escalones estaban tan viejos que rechinaban bastante.

Los pequeños se acercaron sigilosamente hacia las escaleras esperando que Cassie se fuera a su habitación: planeaban salir de casa por los mosquitos para comprobar si eran dañinos o no.

-Continuará-

Comentarios de Mynami: Comencé a escribir sobre "Cassie Skylar y el misterio de Corastyc" hace bastante tiempo pero, lo pausé de manera en que aquella pausa se prolongó por 1 año. Sin embargo, decidí abrir este blog para compartirlo con ustedes y obviamente retomar la historia, espero y sea de su agrado.  

¡No será lo único que subiré! Deje algunas encuestas no poco importantes en la barra lateral derecha del blog por el momento, donde pueden dar su opinión sobre ciertos puntos que tomaré en cuenta. El blog sigue en construcción.

A la hora de hacer un comentario favor de evitar lenguaje vulgar e inapropiado. Si gustan en compartir la entrada, realmente se los agradecería mucho. 

sin más me despido, ¡buen día!